jueves, 9 de febrero de 2012

El faraón se fue, pero los problemas persisten

.ANIVERSARIO  Por Anne-Béatrice Clasmann (dpa)


Un manifestante egipcio hace el signo de la victoria durante una nueva protesta en las inmediaciones del Ministerio del Interior, en El Cairo (Egipto). EFE

El Cairo, 9 feb (dpa) - Euforia, decepción y enojo. El movimiento de protesta en Egipto ha vivido varios estados de ánimo desde que hace un año cayera el presidente Hosni Mubarak. De forma similar se sienten muchos observadores internacionales que se dejaron contagiar por el entusiasmo de los manifestantes de la plaza Tahrir cuando el 11 de febrero de 2011 Mubarak anunció su renuncia.


Todavía hoy se preguntan si Egipto realmente se encuentra en el camino a la democracia, o si en la tierra del Nilo se volverá a establecer un sistema injusto, pero esta vez de tintes islamistas. Estas dudas se ven alentadas sobre todo ahora por los ataques a la libertad de expresión, así como el proceso emprendido contra organizaciones no gubernamentales extranjeras y el maltrato que reciben los manifestantes por parte de la policía.

Los miembros del movimiento de protesta, jóvenes en su mayoría, han convocado protestas para el primer aniversario de la renuncia de Mubarak el próximo sábado. Junto con algunas asociaciones laborales y grupos estudiantiles se prepara una huelga general que debería comenzar el 11 de febrero.

Con ello se quiere lograr que los generales que conquistaron el poder después de la salida forzada de Mubarak se retiren antes de lo previsto de la vida política. Sin embargo, las elecciones legislativas han demostrado que los "revolucionarios" no tienen la mayoría. Los mismo sucede para los que apoyan a los generales, que para el 11 de febrero quieren organizar una manifestación en apoyo a los militares.

En el nuevo Parlamento egipcio, elegido en un complejo proceso entre finales de noviembre y mediados de enero, los islamistas son los que mandan. Y ellos debaten cuántos decibelios tiene que tener el llamamiento a la oración, en lugar de organizar protestas y huelgas.

"El 11 de febrero es un día de reconstrucción y no de destrucción", cita la prensa egipcia a Mohsen Radi, del partido de la Hermandad Musulmana.
"La legitimidad ya no está con los manifestantes en la plaza, sino en el Parlamento", señala como solución el partido radical islámico Al Nur.
Estos islamistas constituyen el segundo grupo de la cámara con 24 por ciento de los escaños, tras la Hermandad Musualmana que ocupa un 47 por ciento.

Para la economía egipcia, tanto las protestas como los eslóganes islamistas del nuevo Parlamento resultan venenosas. La cifra de turistas no deja de bajar. Las inversiones extranjeras evitan Egipto desde enero de 2011 y el Estado tiene que pagar una elevada tasa de interés por la inseguridad política en el país.

El gobierno de transición no consigue sin más aumentar los salarios de los funcionarios, cuando el pueblo exige un "dividendo de la revolución". A ello se suma la creciente criminalidad. En las últimas semanas en El Cairo han sido secuestrados varios niños de familias con dinero por los que se ha pedido un rescate.

También Karim Sadek, administrador jefe de Citadel Capital, una de las grandes sociedades de participación privada en la región y con sede en
El Cairo, tiene más que razones para preocuparse. El valor de las acciones de Citadel valen la mitad desde la caída de Mubarak. Ahora cuesta transferir dinero al extranjero.

No obstante, Sadek confía en que su país tenga un futuro próspero tras el periodo de transición, sin nepotismo, analfabetismo y violencia policial.
El ejecutivo recibió una paliza de la policía el año pasado durante las protestas de Mubarak cuando llevaba medicinas a los manifestantes de la plaza Tahrir. Y ahora dice: "Yo quería ayudar entonces, porque en los últimos años me avergonzaba de la política de mi país, pues Mubarak gobernaba como un faraón. Y si el derrocamiento de hace un año ha tenido algún efecto positivo es que en Egipto nunca más gobernará un faraón".

¿Y cuándo elegirán los egipcios a un nuevo presidente? Será en junio o tal vez ya en mayo, pero la fecha la saben actualmente sólo los generales, a los que les gusta poco que se conozcan sus proyectos. Tampoco se conocen las funciones del nuevo jefe de Estado, un misterio hasta que no se redacte la nueva Constitución.

Y mientras, el presidente Mubarak, sobre quien pesa la horca por las muertes en la plaza de Tahrir, está enfermo y pasará en la cama el primer aniversario de su caída, pero en prisión preventiva.

Fuente: El País.cr






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