jueves, 2 de febrero de 2012

El chorrillo, un genocidio no contado 22 años después - César A. Luque F

El objetivo además de Noriega, era borrar brotes nacionalistas panameños

Ahora que el mundo ha visto el periplo a que ha sido sometido el general Manuel Antonio Noriega, ex hombre fuerte de Panamá, tras pagar 20 años de prisión en EE.UU. y ser enviado a Francia, donde pagó dos años más de cárcel por narcotráfico y lavado de activos, ha llegado a Panamá. Sin poder, envejecido y enfermo, deberá pagar algunos de sus crímenes, muchos de los cuales cometió al servicio de EE.UU. cuando estaba pago por la CIA, incluso se dice participó en la muerte del general Omar Torrijos el 31 de diciembre de 1981, este sí, enemigo de los intereses gringos. Pero la gente no recuerda, o peor aún no sabe, que tras la invasión gringa supuestamente para defender la democracia y detener al dictador, también se dio un bombardeo contra la población civil, dejando como resultado la muerte de miles de panameños que vivían en el barrio El Chorrillo. Pobre, pero además nacionalista, como Torrijos.


El 20 de diciembre de 1989 a las 0:00 horas, hace 22 años, más de 26.000 marines invadieron Panamá, lanzando bombas contra la población civil, ocasionando miles de muertos, todo justificado en la persecución a Noriega, quien fue secuestrado y llevado a EE.UU., mientras por tres días los militares gringos hicieron de las suya en el Istmo. Ese territorio que hasta 1903 era colombiano, cuando para hacerse con el Canal, futuro centro del comercio mundial, los EE.UU. patrocinaron a unos panameños para que se levantaran contra el gobierno del conservador José Manuel Marroquín, el que cuando intentó responder, fue detenido por el poder militar gringo, liderado por su presidente, Theodore Roosevelt, que cuando le preguntaron porque se había quedado con el Canal, dijo sencillamente, lo tomé. Mismo personaje que fue condecorado con el Nobel de Paz, después de haber dicho que el hombre que no fuera a la guerra era un marica. Lindo ejemplo de paz. Así se quedaron con el control del Canal de Panamá a perpetuidad, esa que interrumpió Torrijos.


Por Panamá el gobierno colombiano recibió una pírrica indemnización de 25 millones de dólares, cifra preferida por los EE.UU. Esa fue la misma a la que condenó a la Chiquita Brands, antigua United Fruit Company (masacre de las bananeras 1928), por financiar paramilitares en la frontera con Panamá. Nada tendrán las víctimas, pero si el pobre gobierno de Obama en EE.UU.

Hoy Panamá se puede decir está dividido en tres países: el de los grandes negocios que han convertido el país en una especie de gran San Andresito, eso sí de lujo, el de la economía normal y el de la miseria. En este último está la población actual de El Chorrillo, que en 1989 cuando la invasión era de aproximadamente 20.000 habitantes, donde se respiraba nacionalismo contra los EE.UU., esperando que regresara el Canal en el 2000 a su país tal como lo había prometido Jimmy Carter a Torrijos, en el tratado que lleva sus apellidos.
Un triste episodio de la Invasión pintado en los muros de El Chorrillo

En desarrollo de la invasión el ejército norteamericano le tomó en una de sus bases juramento al presidente títere, Guillermo Endara, quien en reciprocidad ocultó de manera descaraba la verdad sobre la invasión norteamericana. En su momento la invasión fue rechazada, tanto por la ONU como por la OEA, organismos internacionales que siempre han estado al servicio de EE.UU.

La invasión desplazó a unas 25.000 personas, siendo detenidos varios miles, por pertenecer a organizaciones sociales, partidos políticos nacionalistas, a sindicatos, todo bajo la dirección del Comando Sur del ejército norteamericano, que uso al Chorrillo como centro de entrenamiento de lo que sería el ataque al año siguiente al Golfo Pérsico. Allí pudieron la lanzar sus bombas, para ver si funcionaban, usar sus aviones y helicópteros nuevos, sometiendo a un pueblo soberano a vejámenes que hoy no se han olvidado, y que se hace necesario recordar, cuando el gobierno de George Bush padre, atacó a quien había compartido estancia en la CIA cuando él era su director y el Noriega uno de sus esbirros en América Latina. Atacaba al mismo que el gobierno gringo le había encomendado financiar al grupo de los Contras en Nicaragua, contra el movimiento sandinista, hasta que se destapó el escándalo Irán – Contras, operación por la que miembros prestantes del ejército norteamericano, empezando por Oliver Nort traficaban cocaína para cambiarla por armas.

Hoy los EE.UU. nos quieren hacer ver como que hicieron justicia con un dictador, omitiendo eso sí, el crimen que cometieron contra civiles indefensos, que fueron bombardeados, hombres, mujeres y niños, para imponer gobiernos de juguete en ese país, dominando su potencial económico en el comercio mundial, sosteniendo que allí existe democracia, cuando lo que realmente existe es una plutocracia como la que hay en Colombia. Nuestras historias siguen siendo comunes. De sometimiento, contra el que debemos luchar sin descanso, buscando que el país sea productivo, y no se convierta por los TLC como lo es hoy Panamá, un gran centro comercial, rodeado de pobres.

NOTA ECOPETROL 1: Que el gobierno de Santos no siga diciendo, que ayudará a las víctimas del incendio del poliducto en Desquebradas (Risaralda), ya que a ellas, las debe es indemnizar Ecopetrol, dueña del tubo, por fallas en el servicio, tanto en perjuicios morales como materiales.

Que ahora esas humildes personas no le salgan a deber al gobierno, el que debe es pagarles los daños, los materiales construyéndoles o pagándoles sus casas, y en los morales indemnizándolos por el dolor por sus muertos, así como a los heridos. Es que ni en la temporada navideña este gobierno deja de engañar al país, con su aparente buena voluntad.

NOTA ECOPETROL 2: Sigue pendiente que el presidente de Ecopetrol Javier Genaro Gutiérrez se pronuncie en segunda instancia sobre la destitución e inhabilidad con que fue sancionado el presidente de la USO Rodolfo Vecino, dizque por participar en política. Y es que acaso existe algún sindicalista, que con su sola actividad sindical no participe en ella. Es su obligación, por eso la empresa estatal no le puede coartar al presidente de la USO ese derecho.

 El Día.co

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